sábado, 30 de julio de 2011

Con todo el tiempo del mundo.

No hay muchas noches tan frías en verano como esta. Quizás sea un presagio, o quizá la luz y el calor del sol ya están de luto por lo que está por venir.

Dos caballeros caminan tranquilamente a lo largo de una senda que cruza los bosques, acercándose el camino a un puente, y el puente llevando a una pequeña villa. Aquellos no podían ser menos similares.

Uno, de facciones duras, complexión delgada y un rostro que podría haber sido atractivo de no ser por la enfermiza palidez de aquel hombre que conjuntaba con su pelo gris y lacio, aunque no desarreglado. Aquel regio hombre, de porte noble y orgulloso, no podía llevar la cabeza más alta pues habría cortado el cielo con su prominente barbilla y su afilada perilla. Su ropa era una delicada casaca negra, una capa corta de un color carmesí algo desteñido por el tiempo, calzas cortas con medias de seda y su elegante cinturón sujetaba la espada ropera de aquel varón.

El otro, andaba con un aire siniestro y serio, mirando hacia abajo, su pelo era rizado y castaño, y por mucho que mirase abajo sus ojos verdes resaltaban bajo su sombrero de ala ancha,junto a la gruesa cadena de oro que sujetaba un extraño símbolo con la cruz cristiana. Llevaba barba de unos días y sus vestimentas no eran tan elegantes ni costosas como la de su acompañante. Y también parecía ser más fuerte, de espalda más ancha, aunque más bajito que aquel señor de tez mortecina. Su cintura también estaba acompañada de un tahalí con su vaina, y su vaina guardaba otro estoque.

Ya cerca del puente, el primer hombre rompió aquel incomodo silencio en el que lo único que hacia ruido eran los pies de los caminantes y las ráfagas de viento agitando las ramas de los arboles.

- Roma le pone esa cadena dorada a un muchacho que aún no ha visto una sola guerra y piensa que pueden acabar lo que apenas he empezado. ¿Tu nombre muchacho?- Inquirio el altivo hombre, mientras miraba por encima del hombro la cruz de oro de su compañero, con cierto asco y manteniendo una distancia mientras caminaban.

- Alvaro de Mena- Contesto de forma lacónica y seca. El hombre tenía sus ojos impasibles y desapasionados, clavados en el puente y su mano, que era la única parte de su cuerpo que evidenciaba que su calma era solo una tapadera, tocaba ya la empuñadura de su espada y la asía con fuerza.

- Mi nombre tu ya lo sabes, ¿No es así?- Dijo aquel aristócrata arrogante.

- No me dijeron vuestro nombre, os llaman el Caido de Jerusalen. Como os llamáis ni me incumbe ni me interesa, vengo a aquí a cumplir la voluntad de Dios.

- Dios...-Repitió con cierto asqueo a su interlocutor- ¿no somos tan diferentes sabes? El hombre y los dioses, al final nos comportamos de manera muy similar. Siendo inmortal es incluso más fácil comprender sus motivaciones – El Caído miro el pequeño riachuelo que pasaba por debajo del puente, como una vena palpitante en la tierra y recordó con nostalgia – En mis primeros 100 años de vida nunca comprendí la obsesión de los dioses por la adoración, ese sentimiento paternal, ahora lo comprendo muy bien. Supongo que si te han dicho mi sobrenombre de habrán contado mi "leyenda"- pregunto a Alvaro.

- Eras un caballero normando, que en tomaste la cruz para recuperar Jerusalen de los infieles, pero cuando fuiste herido durante una batalla, renunciaste a tu alma inmortal y a tu fe en Dios para salvarte, convirtiéndote en un hijo de Lucifer, una abominación nocturna – Aquel joven recito aquellas palabras como si formasen parte de una creencia inamovible, y mientras lo dijo apenas podía contener lo que para el era su justa furia.

- Una versión muy sesgada de la historia- Dijo aburrido el noble- Sabía que me veían como un engendro impío y una amenaza, pero que me vean como alguien con miedo de la muerte me ofende. Si, fui un cruzado, y si estuve a punto de morir. Pero no fue el diablo quien me ofreció salvar mi vida, y no la cambie porque me sintiese atado a está vida.

- Suficientes habladurías- Dijo al tiempo que desenvainaba su filo con furia y lo apuntaba contra el Caido en gesto de desafió- Tus mentiras ponzoñosas no van a distraerme. Esta espada fue forjada y bañada en plata por la Orden de San Hugo, y bendecida por el Papa. En cuanto la clave en tu pútrido corazón tus días de demonio nocturno acabaran.

- Si, eres justo como el- Exclamo el adversario del caballero- Ese espíritu justiciero, su misma furia irreprimible, también su impaciencia y como no su falta de comprensión. Oirás mi historia muchacho, la oirás mientras te veo caer de rodillas- Su frase termino con el desenvainando también su refinado estoque.

Y así fue como empezó su duelo, el viento se había parado para que el resonar del acero pudiera hacer eco entre el bosque, y que la unica música que acompañara la danza letal de los duelistas fuera el arroyo. Pero aquel duelo, tan fiero y tan veloz, no era uno de fuerza física, no fue un duelo rápido, sino uno lleno de florituras, cada uno intentando demostrar más habilidad y elegancia que su contrincante.

- San Hugo, tu patrón, fundador de la Orden de los Caballeros del Sepulcro- Empezó a decir al conseguir crear una distancia con el- Un parangón de todo lo que es la caballería, un heroe de sus tiempos, con valor, fuerza, sabiduría, y mi sobrino y protegido hace ya más de 500 años- Se esperaba que aquello impactara a su rival, pero lo único que consiguió es que este le lanzase una estocada directa que se le clavo en el brazo, para luego desembarazarse y recuperar la distancia.

- Su madre, mi hermana, murio joven y me dejo al cargo de su único hijo, al que jure proteger y enseñar a ser un caballero como yo lo fui- Mientras narraba y esquivaba las arremetidas del caballero, su herida en el brazo se cerro sin haber manado una gota de sangre- Y cuando volví de las cruzadas, la enfermedad tomo mi cuerpo, y a punto estuve de cobrar mi recompensa celestial, cuando vi a mi sobrino, todavía un muchacho joven, implorando que no le dejase solo.

- ¿Ahí fue cuando vendiste tu alma al diablo?- indago Alvaro- Una triste excusa, y una calumnia seguramente.

- Ahí fue cuando consagre mi alma a otro dios, cuyo nombre no se, pero ni mucho mejor ni mucho peor que el vuestro. Pero una cosa que no tienen los dioses es rencor, saben perdonar, Dios me castigo con la inmortalidad, que era justo lo que quería, porque quería darme todo el tiempo del mundo para que me arrepintiera y pidiera perdón- El Caido se meso el mentón- Por eso te he dicho que no hay gran diferencia entre ellos y nosotros, ellos buscan adoración porque tienen miedo de estar solos, de ser olvidados, de desaparecer sin nadie que los acompañe, dime ¿Que diferencia hay entre Hugo y tu Dios? ¿ O entre tu y el mio?. En última instancia ninguno quiso dejarme ir, ninguno es suficientemente fuerte como para afrontar sus actos en soledad.

- ¿Por que insinúas que yo soy así? - Aquel justo cazador empezaba a notarse menos seguro de su convicción de cazar al vampiro, pero no bajaba la guardia.

- ¿Por que buscas matarme? Para obtener reconocimiento de tu orden, o quizá para tener una recompensa en el más allá, de una forma u otra quieres que otros te tengan en cuenta, mortales o dioses. Tu al igual que ellos no soportas la idea del olvido.

De Mena volvió a atacar, esta vez menos delicado y sutil, dominado por la ira, fruto de la negación. En una de su estocadas araño la mejilla de su presa.

- Al igual que mi sobrino, no soportas la verdad. Una vez acepte la inmortalidad, deje todas mis posesiones a Hugo, pero seguí siendo su tutor, enseñandole el valor, la cortesía, la piedad, y lo más importante: la lealtad. Solo la lealtad mantiene unidos a los hombres. Al principio el penso que mi recuperación fue un milagro, un perdón divino de mis pecados- Por primera vez aquel tétrico aristócrata parecía encendido de ira- Pero cuando descubrió la naturaleza "pecaminosa" de mi longevidad, recordó todas lo que le enseñe....- El Caído pareció recobrar el aliento e intentar calmarse por un segundo, mientras la herida de la mejilla, curaba por arte de magia una vez más- ....!!Menos la lealtad¡¡¡ -gritó mientras lanza una rápida dentellada, tan inesperada como voraz a la carne expuesta del cuello de Alvaro.

El caballero se estremecio de dolor y se desembarazo clavando su estoque en el pecho del orgulloso inmortal, tras lo cual retrocedio unos pasos y se toco la herida del cuello, horrorizado, palido y tembloroso.

- No....esto no, todo menos esto- clamo agitando su estoque de un lado a otro, el Caido se encontraba a unos metros de el, de rodillas, casi paralizado, ¿Quizá había conseguido atravesar su corazón con su aguja de plata? No importaba si de verdad la leyenda era cierta, todo aquel esfuerzo buscando el rastro de caballeros muertos, investigando las debilidades de aquel principe de las tinieblas, y consiguiendo que se batiera en duelo con el....todo había sido en vano ahora.

- Hugo....me traiciono...revelo mi condición, mostro mi escondite, y junto a su sequito, su nueva "orden", intento matarme...yo...- El dolor venía tanto de su herida en el pecho como de sus polvorientos recuerdos-...lo mate, aquel infeliz me obligo a matarlo....a aguantar está existencia eterna, hasta el fin de los tiempos y el juicio final, sin aquel que había sido más que mi hijo, había sido mi obra maestra, planeaba darle la vida eterna solo a el. Porque el mundo merecía a alguien tan noble, que lo protegiese por los siglos de los siglos. Desde....entonces- Cada vez le costaba más moverse y respirar, realmente la espada ropera era santa y bendita como le había dicho el muchacho- buscaba un caballero...de los de antaño...de los de verdad, que reuniese todas las virtudes que yo le enseñe a Hugo. Los que fallaban me sirvieron de alimento....pero tu....tu eres diferente...te pareces a el, serás mi heredero, entenderás lo que significa estar realmente solo, ahora que la Orden te dará la espalda, e intentara cazarte.

Aquel longevo hombre de sangre azul, se derrumbo, con los ojos abiertos de par en par, mirando el cielo nocturno, que ya empezaba a dar paso al Sol y el día. Por fin había llegado su descanso, por fin había encontrado heredero de la memoria de Hugo, y de su bendición, una tan difícil de sacar provecho.

Alvaro ya había dejado de sangrar, y su piel empezaba a estar tan palida como la del Caido, lo que el tenía abierto de par en par era su mandíbula, y su boca ya dejaba asomar unos colmillos. Miro el cielo de colo azul marino, y al horizonte el sol naciente.

- Alvaro....- Le dijo moribundo el noble por última vez- Escondete antes de que se ponga el sol. Escóndete de los que antes eran tus hermanos. Y por último escondete, escondete como un cruzado oscuro, como un caballero inmortal que no puedo ver la cara de su Dios, como el monumento inmortal a las virtudes que yo he intentado transmitir, escondete de lo único que te va a acompañar a partir ahora: La soledad.

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